domingo, 24 de octubre de 2010

Memorias y Complicaciones

Capitulo I

Llevaba noches sin dormir aun no me reponía a la separación sabía que había hecho lo correcto, pero eso no hacía que la agonía fuera menos dolorosa, aun pensaba tortuosamente en el. Que sería de mi señor ahora que lo había abandonado; tenía sus palabras grabadas como el fuego en mi memoria´´ mi jane sería el mejor consuelo y recompensa sin el estoy maldito ‘, mi rostro se humedeció con el recuerdo de sus palabras, mi huida de Thonrfield hall me había separado del único hogar que había conocido, hoy me encuentro en la casa de una amable familia que me ha resguardado de la cruda madre naturaleza justo en el momento en el que creí reunirme con el creador St Jhon Rivers me ha salvado sus hermanas Mary y Diana han sido más amables de lo que una mendiga como yo puede esperar.

Los días pasaron y mi energía volvía poco a poco, después de unas semanas las hermanas debían volver a sus trabajos como institutrices y Moore House seria cerrada ya que St Jhon vivía en la rectoría del pueblo siendo el clérigo, mi camino debía partir de esta casa en donde había encontrado el consuelo; mi destino era incierto, pero el señor Rivers me encontró un trabajo digno y honesto

Días antes de la partida de Diana y Mary Rivers me instale en la pequeña casa que ahora sería mi hogar, a partir de ahora seria la maestra de una escuela rural para niñas, a pesar del arduo trabajo que me esperaba y lo ocupada que estuve después del inicio de la escuela el señor Rivers siempre llegaba por las tardes al termino de la jordana escolar, su plática aunque poca siempre me develaba una inteligencia muy bien desarrolladas

Por las noches cuando estaba sola mi corazón no podía evitar recordarlo, sentir que se partía con el solo recuerdo, el consuelo de haber hecho lo correcto no me serbia de bálsamo para curar las heridas, amaba como nunca podría amar al señor Rochester el había sido el mejor hombre y me amaba de igual manera aun así ceder a la tentación me hacia traicionar mis principios, lo amaba, pero era prohibido para mí su esposa se interponía entre nosotros, Bertha Mason sin tener la culpa era la culpable de mi pena más grande.

meses pasaron y las niñas progresaban, mi corazón aunque aun herido estaba más tranquilo, St Jhon se había convertido en un asiduo visitante y me descubrí ansiosa por sus visitas, después del matrimonio de la señorita Oliver (antiguo amor de St Jhon, la mujer que el amaba pero descarto como esposa, al no soportar la idea de renunciar a su vocación…ser misionero) la perspectiva de verlo me agradaba demasiado temi estar confundiendo las atenciones del señor Rivers, pero aun mas torturada me sentía al pensar absurdamente que le faltaba al señor Rochester, mi corazón le pertenecía, pero saba que nunca estaríamos juntos.

Era muy entrada la noche de nuevo las pesadillas volvían, seguía viendo el rostro de Betha Mason, arrancándome de los brazos del señor Rochester veía la lucha de mi señor, pero de nuevo Mrs Rochester se interponía entre nosotros, desperté con la cara bañana en lagrimas, el sueño era real al menos en lo más esencial, Edward mi amado señor Rochester seguía casado con esa mujer y mi amor no podía ser correspondido.

Los días en la pequeña escuela rural eran bastante activos, las niñas mis alumnas habían logrado progresar de sobremanera, pero en las tardes a excepción de las visitas del St Jhon, me sentía completamente sola, el señor Rivers noto mi estado de animo una fría tarde de Noviembre, la atmosfera que envolvía los paramos, era demasiado similar a la de Thorfield, el aire frio movia los arboles y una pequeña mata de niebla se abria paso entre los terrenos de la escuea, recordé como si fuera ayer mi primer encuentro con el orgulloso dueño de Thornfield Hall, el camino desierto la niebla cubriendo el paso, el oído de cascos acercándose, pilot saliendo de la niebla, Mesoar el hermoso caballo alzándose en las patas traseras gracias al jalon de estribos que e sñor Rochester le hizo para librarme del camino, veía la manera ruda y grosera con la que se había expresado al levantarse del frio suelo, veía sus penetrantes ojos perforándome.

El toque en la puerta me saco de mis ensoñaciones.

- Señorita Elliot- esta usted bien- decía la voz de St Jhon Rivers al otro lado de la puerta.

Si enseguida voy, conteste levantándome y limpiando las lagrimas que habían brotado de mis ojos consecuencia del recuerdo.

Con paso veloz alcanze la puerta y deje entrar al señor Rivers

Me examino con mirada critica, no sabia si en mi rostro aun había rastros de las lagrimas.

Tomo mi mano con suavidad y me condujo cerca del fuego.

- Se que no debe ser fácil, el estar aquí sola, sin familia y como unica amistad a un clérigo huraño y extraño como yo, pero debe tratar de no dejarse vencer por las tentaciones, usted esta aquí a dejado un pasado atrás-

me tense al oi la mension del pasado, para los Rivers yo era alguien que se había perdido en el paramo, Diana y Mary alguna vez trataron de averiguar mi procedencia, pero no tenia la entereza y el valor para decirlo, sabia que el señor Rochester debía estar buscandome y no podía dejar que el supiera algo de mi

- No se preocupe, no pienso indagar – dijo al ver mi tensión- solo quiero darle mi opinión en cuanto a la manera en la que a mi parecer usted debe proceder, no tengo idea de las circunstancias que la trajeron a este lugar, pero no debe pensar en ellas, si no en ver hacia el futuro, el señor nunca nos pone pruebas que resulten ser demasiado para nuestras fuerzas, tan pronto como encuentre la resignación, estará bien-

Era cierto, por mas que me dolieran las circunstancias, el señor Rochester nunca podría estar conmigo y yo nunca con el, St John tenia razón mi lugar ahora estaba aquí con las niñas ayudándoles a progresar, y debía resignarme, pero podría hacerlo, de verdad era tan simple, no lo sabia pero tenia que hacer algo, el simple acto de recordarlo no podía suceder mas, mientras mas pronto lo expulsara de mi mente, mejor.